Caracolea en mis oídos
el sabor de aquellas navidades,
blancas de villancicos y sueños,
en las que todo era posible.
Hoy, abandonada en la nostalgia,
fluctúa mi alma entre aquel sabor feliz
y esta realidad oscura de ausencias.
La vida no es más que una suma
de pérdidas irremplazables
que nos enfrentan
a nuestra soledad como individuos.
No obstante, el recuerdo de los días
de pestiños, de azúcar y canela,
forjaron la esencia de mi hoy
y la memoria de aquellos instantes,
edulcorados de pasadas alegrías,
imprimen una sonrisa
en mi rostro contaminado de lágrimas.
No hay poesía válida
para navidades tristes,
sólo mi amor y tu amor
y esta desgarradora distancia.
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