El crepitar líquido
de fuego del agua
recorre un camino sinuoso.
Va y viene,
emerge en caudales descendentes,
se estanca, se acelera
o se reposa.
Colorea de verdes
campos amarillos de labranza
desmigaja guijarros,
acompaña a poetas.
Y en su sonoro rodar
clama al silencio
del telúrico deambular
de nuestras voces.
Tal y como sumerges de vida
ese destino
que te dirige a un mar
que te enaltece,
insufla de primitivo oxígeno
mis redes
para avanzar por mí misma,
cada día,
entre los hombres.