No queda más que vivirme,
suplir las carencias
en verde
y desmontar en calma
los aromas del vacío
embadurnados en gris.
No queda más que inventarme
en un mundo de sincronías
de alma y cuerpo,
donde mi caos es quiebra
y las miradas
se tornan en compasión.
No queda más que olvidarme
de cómo quise ser
cuando el tiempo era promesa
y mis versos
el reflejo idealizado
de tu amor.
No queda más que aceptarme
siendo quien soy
en este instante blanco
que no propicia, ni alienta,
la insumisión.