Debe existir un cielo
para las personas buenas,
debe existir un cielo
blanco, almohadillado
y confortable.
Un cielo armónico,
con olor a trementina
y a poesía,
sin luchas fratricidas,
sin dolor y ansiedad,
sin enfermedad y muerte.
Debe existir un cielo
para las personas buenas
y no, no es un anhelo,
ni una parda sugerencia;
tiene que existir
porque este maltrecho amor
tiene que ser recibido
más allá
de los confines grises
de la tierra.