Dibujo mis palabras
como quien escribe un cuadro.
Despacio, sosegada,
dolorida,
observando cada línea,
desde lejos,
como si fuera
un punto de fuga que… se escapa.
Incluso, juego
con armoniosas policromías
que diluyen el peso
de cada palabra,
de cada pincelada.
Dibujo mis palabras
y converso con mi cuerpo
y me dejo llevar por sus
desconexiones
(absenta barata
para quien esboza un presente
ajeno al caos
que lo delimita).
Escribo el cuadro de mi vida,
y en el claroscuro del trazo,
redescubro la importancia de los nombres
que entintaron de luz
mis más tristes veladas.