No diviso la tierra
desde este mar
en que me hallo sumergida.
No diviso la tierra de los otros
sino como una fábula lejana
que se proyecta en las olas
de mi propia tempestad.
El polvo de la vida
me ha alejado
de la bulliciosa costa
donde tejen sus sueños
los mortales
y navego en el silencio
y a mi ritmo.
No sé que dios me condujo
a este infinito azul
donde muchos galopamos
sin orilla,
mas el fecundo océano,
olvidado,
me empuja
a seguir remando,
sustentándome en el viento
que, estridente,
tensa mis velas
y mi poesía.