Su sonrisa, titubeaba
en una expresión por todos conocida.
Dudaba entre ser y no ser,
mientras en sus ojos el llanto antiguo
había dejado una sombra húmeda
que aún recorría translucida
sus mejillas.
Pese a todo, pensaba que mi gesto de amor
sólo era reconfortante, pero no aliviaba el miedo,
ni la angustia, ni la amplitud del vacío
renacido en tantas derrotas.
Debía enfrentarse de nuevo a sus viejas ansiedades
y la indecisión,
que por momentos se tornaba rebeldía,
provocaba que sus pies se aferraran al suelo
incapaces del impulso final.
Había llegado el momento.
Ahora contaba con apoyo
y volver a andar el camino trasnochado
que le conducía a sí mismo
era ya una obligación ética.
Agarró mi mano con fuerza,
miró al universo entero
con su visión cansada de batallas
y, por fin, atravesó la puerta del hospital.
Tus palabras reconfortan. Expresar con tanta belleza tener que enfrentarse con la dura realidad es sólo ppsible gracias a ese amigo que te tiende la mano.
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Te acabo de nominar para un premio. Gracias por tus letras http://deslizia.wordpress.com/2014/04/25/gracias/
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Muchas gracias 🙂
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