Se suman y restan
las imperfecciones,
multiplican ansiedad
y dividen angustias
en un invariable desorden
que sólo conduce al caos.
Las palabras no dichas
oprimen la garganta,
mientras un redoble de latidos
martillea las neuronas.
A un año ya de las promesas
todo se desmigaja
y el tiempo cubre de vacío
un ocaso demasiado redundante
como para seguir creyendo en mi.