Las cartas sobre la mesa
y la transparencia impúdica en tu mirada,
me sumergí en el abismo de esos ojos
y comprobé las reglas del juego.
No era mala mi mano,
tenía triunfos aprovechables
pero observé que jugabas de farol.
Con la partida viciada
y esa pérfida sonrisa
me embargó un miedo profundo
y silencioso por debajo del ombligo.
Sabía que no podría soportar la mentira
como mecanismo de juego,
sabía que mi capacidad se rompería
en cuanto no pudiera saber a que atenerme.
Valoré las pérdidas:
había jugado a ganar y la derrota
pesaba como una sombra amenazante
que bloqueaba el raciocinio.
Fue mucho lo apostado al inicio
de una jugada que creí capaz de ganar.
Pero ya tu sonrisa no era sincera,
tu mirada indudablemente esquiva
y tus manos que tanto acariciara
estaban ocultas de mi vista.
Tiré las cartas sobre el tapete
con desprecio
y simulando una seguridad
que no tenía…
abandoné tu amor aquella noche
sin saber si quería otra partida.
Un comentario Agrega el tuyo