La ternura y la alegría
de la madre
conviven con un deje de nostalgia,
memoria eterna de un pasado remoto
que invade su presente de añoranzas.
La madre escucha,
sosegada y prudente,
y se deja acariciar
como el bebé que fue
en manos de su madre
cuando su vida aún
no se podía imaginar.
La madre ve ahora
en sus hijos
el reflejo de su éxito,
aquella apuesta vital
por la familia
y entrevé la mirada,
en sus ojos, de su esposo,
demasiado lejos
en esta etapa sin poesía.
La madre despertará mañana
a otro día,
otro día de esos
que se cuelan silenciosos
cuando la espera es la muerte
y la vida, aquella vida
emocionante y precioso
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