En amarillo tórrido se pintan
los campos castellanos
en días extenuantes como este.
Un amarillo chicharra que contagia
los parques y los árboles madrileños,
provocando que gorriones y urracas
enmudezcan su piar a la hora de la siesta.
El tiempo se consume asfixiante
en una ciudad maldita en el estío.
En Madrid, julio y agosto transcurren
cansinos, pesarosos, agotados,
silentes en el calor y la fatiga.
Unas almas urbanas aprenden a buscar
en la noche un compás residual de algarabía,
invaden terrazas y aceras,
buscan sentirse vivos mientras el reloj
marca las horas de una oxidada madrugada.
Madrid es otra en verano,
no es ciudad convulsa y frenética,
es un paréntesis estanco ajeno a la productividad.
Madrid es sopor y sueño,
un prodigio de ambiciones
de verdes calmos y lluvias benditas.
Madrid en verano es, simplemente,
un deseo de invierno.
Da calor leerlo, pero Madrid es asi.
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Describes hábilmente la realidad del estío madrileño. Parece un durmiente herido por el sol y la fatiga que nos produce tanto amarillo.
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Así es. Tienes el agobio de la asfixia. Mmmmm…. menos mal que tenemos aire acondicionado. Salir, con la luna.
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Buenos versos de cierre. ¡Salud y buen verano, a la espera de que haya invierno!
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Muchas gracias. Como todo, pasará
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