Hoy,
cuando al verme me llaman señora,
aun rezuma en mi alma
un espíritu quebradizo y adolescente
que se siente joven y en proyecto.
El espejo es solo una alucinación
que distorsiona sentimientos
en una imagen cuasi cincuentona.
Hoy,
que ya he vivido más de lo que viviré,
aún me embarga el embrujo de otras vidas,
otros sueños, otras esperanzas.
Desventuras cíclicas de quién quiso ser poeta
cuando el mundo le guiñaba un ojo
coqueteando en su presencia.
Hoy,
que soy esclava del tiempo,
aún no entiendo casi nada de la vida,
las personas me sorprenden
y tengo un ansia de saber tan desasosegada
como eterna.
Hoy,
que un cigarrillo aún consume
minutos de añoranza,
volveré a comenzar un nuevo ciclo vital
sabiendo que me espera, como siempre,
ir, poquito a poco, desvaneciéndome.
Ese desvanecerme es algo común a todos los mortales. Tu poesía dota de importancia el devenir silente de la propia vida. A la esencia de nuestro yo no puede llegar ni el espejo ni los comentarios de otros. El tiempo es una temeridad en la que sucumbimos. Vocablos que sin ser míos los he bebido de tu poesía.
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